Los más vulnerados entre los vulnerables: la invisibilidad de las personas con discapacidad

Para los políticos, resulta más conveniente apoyar a aquellos grupos que representan más votos en las elecciones, relegando a las personas con discapacidad a un último plano.

Por Miguel Ángel Millán*

* Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada.


Cuando pensamos en los grupos vulnerables de la sociedad, es común que vengan a la mente los adultos mayores, las madres solteras o incluso la comunidad LGBT+. Sin embargo, pocas veces reparamos en las personas con discapacidad, un grupo que enfrenta una combinación única de desafíos que lo hace, indiscutiblemente, el más vulnerable de todos. La falta de visibilidad, la apatía hacia sus derechos, y la desconexión entre quienes deberían estar organizados para defenderlos son solo algunos de los factores que agravan esta situación.

Las personas con discapacidad enfrentan, de entrada, una barrera estructural: la limitación física o sensorial que cada una puede tener. La discapacidad es un espectro amplio, y la complejidad de vivir con una de estas condiciones varía de una persona a otra. Pero hay algo en común: muchas veces, estas limitaciones les impiden valerse por sí mismos de manera plena. Este hecho, que debería movilizar a la sociedad a garantizar su protección y apoyo, termina convirtiéndose en su mayor vulnerabilidad. A menudo, dependen de otros para poder acceder a derechos básicos como la educación, el trabajo o la salud y, cuando estos derechos son violados, la capacidad para defenderse es limitada. El acceso a la justicia y a mecanismos legales, que ya es complejo para cualquier ciudadano, se convierte en una verdadera odisea para una persona con discapacidad.

Pero no toda la responsabilidad de esta vulnerabilidad recae en las limitaciones físicas o sensoriales. Hay otro problema que radica dentro del mismo colectivo: la apatía y la desorganización. A pesar de que existen personas con discapacidad que tienen el conocimiento y las herramientas para luchar por sus derechos, en muchos casos no lo hacen. Las razones son variadas: desde la falta de interés hasta la falta de oportunidades para participar activamente en movimientos de defensa de derechos. Incluso, cuando surgen grupos que pretenden unir fuerzas en esta lucha, el resultado es desalentador. En lugar de cooperación, prevalecen los intereses personales, el egoísmo y el protagonismo político, lo que divide y debilita cualquier intento de organización efectiva.

La falta de unidad entre las personas con discapacidad y quienes las representan tiene consecuencias devastadoras. Cuando un grupo no se organiza, no levanta la voz de manera unificada y clara, queda en las sombras. Esto es lo que ha sucedido con las personas con discapacidad. Su invisibilidad no es solo el resultado de la apatía interna; también son marginados por otros grupos vulnerables más organizados y, muchas veces, más grandes en número. 

Para los políticos, resulta más conveniente apoyar a aquellos grupos que representan más votos en las elecciones, relegando a las personas con discapacidad a un último plano. Esto crea una paradoja cruel: quienes más necesitan del apoyo gubernamental son quienes menos lo reciben.

El problema no termina ahí. En el mundo mediático, las personas con discapacidad también sufren una exclusión sistemática. En un panorama donde la popularidad y la rentabilidad son los motores de las noticias, hablar sobre discapacidad no genera el impacto deseado. Los medios de comunicación prefieren enfocarse en temas que generan más clics, más interacciones, y que apelan a las emociones del público en general. Así, se da la curiosa situación de que los derechos de los animales, por ejemplo, capturan más la atención de la sociedad que las múltiples violaciones a los derechos humanos que sufren las personas con discapacidad. Es más probable encontrar videos virales de perritos callejeros rescatados que denuncias mediáticas sobre la falta de accesibilidad en hospitales, escuelas o centros de trabajo para las personas con discapacidad.

Este fenómeno refleja una sociedad que, aunque avanza en ciertas áreas, aún está profundamente atrasada en otras. El público en general no muestra interés por las problemáticas que afectan a este grupo, lo que perpetúa su invisibilidad y vulnerabilidad. Los medios de comunicación, al no encontrar un «interés popular» en estos temas, terminan contribuyendo a la desinformación y al desconocimiento general sobre los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad.

Es importante reflexionar sobre lo que significa vivir en una sociedad que ignora a los más vulnerables. ¿Qué pasaría si mañana te encontraras en una situación en la que ya no pudieras moverte con libertad, en la que dependieras de alguien más para realizar actividades básicas? ¿Qué sentirías si, además de tus limitaciones físicas, vieras que el mundo sigue su curso sin tomarte en cuenta, como si no existieras? Esa es la realidad diaria para muchas personas con discapacidad. La falta de empatía, la indiferencia y el desconocimiento han contribuido a su aislamiento y vulnerabilidad.

Es necesario que como sociedad nos preguntemos: ¿Qué estamos haciendo por las personas con discapacidad? ¿Por qué seguimos relegando a este grupo tan importante al olvido? Para quienes tienen el privilegio de vivir sin una discapacidad, es difícil imaginar lo que se siente ser invisible. Pero no hace falta estar en sus zapatos para actuar. Basta con escuchar, aprender y, sobre todo, hacer que su voz también sea escuchada.

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