La discapacidad: entre el rechazo y la inclusión a lo largo de la historia

Por Miguel Ángel Millán*

* Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada.


La discapacidad siempre ha acompañado a la humanidad, y la forma en que ha sido vista y tratada refleja profundamente las creencias y valores de cada sociedad. En Esparta, famosa por su estricta disciplina militar, cualquier signo de discapacidad era sinónimo de debilidad, llevando a que los recién nacidos con alguna condición fueran abandonados en laderas o montañas, bajo la justificación de mantener la fuerza y pureza física de su pueblo.

Por otro lado, culturas antiguas como la egipcia ofrecían un enfoque más inclusivo. Existen registros arqueológicos que evidencian personas con discapacidad ocupando roles sociales importantes, desde artesanos hasta escribas. En el antiguo Egipto, por ejemplo, se conocen representaciones de individuos con discapacidades visibles que desempeñaban funciones sociales valoradas, demostrando una aceptación basada en su capacidad y no en sus limitaciones.

En la América precolombina, civilizaciones como la maya consideraban que la discapacidad podía tener connotaciones religiosas o espirituales. Los mayas interpretaban ciertas discapacidades, especialmente las congénitas, como señales de favor o comunicación con los dioses. Esto permitía que las personas con discapacidad disfrutaran de respeto y en ocasiones, de un estatus elevado dentro de su comunidad.

La Edad Media europea representó un periodo oscuro para quienes vivían con discapacidades. Predominaba la idea de que la discapacidad era producto de pecados familiares o personales, vinculándose erróneamente con prácticas demoníacas o maldiciones. Esto llevó a exclusiones violentas, marginación extrema y tratamientos basados en la superstición y la ignorancia, incluyendo la persecución bajo acusaciones de brujería.

La modernidad, aunque trajo consigo avances en ciencia y conocimiento, no estuvo exenta de atrocidades. En la Alemania nazi, bajo las políticas de pureza racial y la búsqueda de una supuesta superioridad genética, miles de personas con discapacidad fueron víctimas de crueles programas de eutanasia. La figura del Dr. Hans Asperger es particularmente controversial; aunque su nombre está vinculado al diagnóstico del autismo conocido como Síndrome de Asperger, investigaciones recientes revelan su participación directa o indirecta en estos programas de exterminio, mostrando cómo la ciencia puede desviarse gravemente de principios éticos fundamentales.

En la actualidad, gracias a movimientos de derechos humanos y convenciones internacionales, se ha logrado avanzar considerablemente en la percepción social de la discapacidad. No obstante, aún persisten en nuestra sociedad profundas raíces de prejuicios históricos, como considerar la discapacidad como una enfermedad o, en casos más extremos, un castigo divino. Estas percepciones, aunque parezcan anacrónicas y drásticas, continúan influyendo negativamente en la manera en que muchas personas ven y tratan a quienes tienen alguna discapacidad.

La segregación educativa, la discriminación laboral, la exclusión social y la inaccesibilidad física en espacios públicos son claros reflejos de que estos prejuicios están lejos de desaparecer. Para romper definitivamente estos patrones es imprescindible una educación que cuestione y desmonte creencias arcaicas y supersticiones arraigadas. La sensibilización social, el compromiso político y una participación activa y real de las personas con discapacidad en decisiones colectivas son fundamentales para lograr cambios significativos.

El futuro demanda superar estos legados negativos, comprendiendo la discapacidad como una parte natural y valiosa de la diversidad humana. Solo así avanzaremos hacia una sociedad verdaderamente inclusiva, justa y enriquecida por todas sus diferencias.

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